Los bombardeos de terror del general Soriano

Limusina Potez IX (*), transporte personal de los generales directores de la aviación del ejército español durante la década de 1920, Francisco Echagüe y Jorge Soriano, por lo que debía hacer frecuentes viajes a Marruecos. El avión llegó a España en 1921, como un regalo a Alfonso XIII de Georges Marquet, el propietario de los hoteles Palace y Ritz –que se habían construido siguiendo la sugerencia del monarca– y el principal hotelero de Europa de la época. Que se sepa, fue el segundo avión regalado al rey de España, que de haber seguido así podría haber reunido una flota área regular.

 

A comienzos del año 1923 Luis Silvela, Alto Comisario del Protectorado marroquí, ideó un plan para utilizar la aviación, por primera vez, como fuerza principal de la guerra colonial. La RAF británica llevaba unos pocos años ensayando este sistema, que ellos llamaban “policía aérea”. El plan del Alto comisario era más ambicioso, pues pretendía llevar cabo el primer bombardeo “en alfombra” o de saturación de la historia de la aviación colonial. Silvela solicitó un proyecto para bombardear las cabilas de Beni-Urriagel y Tensaman sistemáticamente, “sin que quedara un metro por batir (1)”.

El Jefe de las fuerzas aéreas de África, coronel Kindelán, tomó papel y lápiz e hizo el siguiente cálculo: el coste del bombardeo metro a metro con trilita, a razón de 10 bombas de 11 kilos por hectárea (1.000 bombas por kilómetro cuadrado), “cifra dictada por la experiencia”, serían 300.000 bombas solo para aplastar a la cabila de Beni-Urriagel, es decir, más de 60 millones de pesetas, algo imposible de conseguir. Kindelán admitía, no obstante: “Si en vez de proyectiles se emplearan gases asfixiantes, el problema se acercaría a los límites posibles”. Y terminaba proponiendo una solución más limitada, pero de eficacia probada: “bombardear los poblados con bombas de trilita y las cosechas con incendiarias (2)”, cosa que ya se estaba haciendo.

El año siguiente el dictador Primo de Rivera conferenció varias veces con el general director de la aeronáutica, Jorge Soriano. Quería otro plan de bombardeos sistemáticos en el Rif. Primo de Rivera pensaba que era la manera de hacer avanzar con el menor coste de bajas españolas la impopular guerra de Marruecos. Soriano estuvo de acuerdo con el plan. Pensaba que la aviación era un arma muy eficaz para socavar al moral del enemigo, destruyendo sus poblados, cosechas, vida e industria pesquera. Era un plan de bombardeos terroristas: “Cuando el indígena, el pueblo, sienta la acción aérea y quede impresionado por el terror, las ondas de la tragedia llegarán a sus jefes, a sus mandos, rebajando su energía y en consecuencia la potencia de sus harkas, de su Ejército (3)”. En el Rif no había radio ni televisión, pero las “ondas de la tragedia” llegarían igualmente a su destino y cumplirían su objetivo.

(1, 2, 3) José Gomá Orduña, Historia de la aeronáutica española (1951)

(*)  El Potez IX desciende de un gran avión de reconocimiento y eventualmente bombardeo, el SEA VII, diseñado por Potez en 1918. Con su potente motor de 370 CV y su gran tamaño, fue fácil transformarlo en avión de pasajeros tras la guerra y en 1920 apareció la versión modificada, el Potez IX, con espacio para cuatro pasajeros.

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