Schleswig-Holstein, o el nacionalista que todos llevamos dentro

pelendonesLocalización de la antigua nación de los pelendones. Museo Numantino.

 

104. Cataluña y La Rioja

La Rioja es la única comunidad autónoma española que no tiene salida al mar ni frontera con un país extranjero. Cataluña tiene ambas cosas. Todas las encuestas e información disponible muestran que la independencia de La Rioja tiene pocos seguidores, por ejemplo esas encuestas extravagantes en que se pregunta al ciudadano: Se siente usted: a) Únicamente batracio b) Más batracio que español c) Tan español como batracio. d) Más español que batracio y e) Únicamente español (O al revés, póngase el gentilicio de la autonomía de que se trate en lugar de la palabra “español”. Toda precaución es poca). En realidad, La Rioja consiguió su independencia en 1822, pero de la provincia de Soria.

Sí, hubo una Gran Soria, cuando esta provincia se extendía desde la ribera del Ebro a la del Tajo. Puede verse una descripción de esta extensa región en el libro de Antonio Gómez Chico Soria es así, de 1952, que reproduce el mapa de la provincia de Tomás López de 1783 y termina con estas melancólicas palabras: “…hubo un tiempo en que Soria era grande y rica.” Volviendo a la provincia irredenta, es verdad que hay un Partido Riojano, pero, que se sepa, nunca ha planteado La Separación del Estado español, el Anschluss al revés.

Todo el mundo está de acuerdo en que Cataluña sería un país independiente comilfó, pero ¿lo sería la Rioja? Pues la verdad es que sí. Cataluña tiene 32.000 kilómetros cuadrados (más o menos como Bután), 7,5 millones de habitantes (entre Papúa-Nueva Guinea y Hong Kong) y 200.000 millones de dólares de Producto Interior Bruto (entre Sri Lanka y Ecuador). La Rioja tiene 5.000 kilómetros cuadrados, como Trinidad y Tobago, algo más de 300.000 habitantes, como Islandia y 8.000 millones de PIB, entre Timor Oriental y Eritrea.

Los riojanos y los ingleses admiten sin vergüenza y hasta con orgullo que son una mezcla de influencias, vascas, castellanas y aragonesas en un caso y célticas, normandas y sajonas en el otro. Los catalanes nacionalistas y los vascos ídem –con mucha más contundencia éstos– tienden a creer en una nación inefable anterior y superior a todo lo que contiene su territorio, algo así como un halo espectral de luz de neón. Por esta razón solemne, quieren La Separación del estado nacional español. Es una cuestión de lógica matemática: no puede haber dos poderes o campos de fuerzas equivalentes actuando en un mismo territorio. Por la misma razón, las palabras “Estado federal” o “Estado plurinacional” podrían ser balsámicas, al evitar el choque de dos naciones y sus correspondientes nacionalismos, que siempre van juntos como el burro y la albarda.

Parece que esto del nacionalismo requiere una explicación, y esa explicación que os debo no os la voy a dar yo, sino D. Xavier Rubert de Ventós. En su libro Nacionalismo. El laberinto de la identidad, D. Xavier se mete en varios jardines metafísicos, a veces con la ayuda de fórmulas y letras con subíndice, pero al final se desprende la idea general en algunos párrafos reveladores. El libro tiene partes con formato de diálogo, como muchos tratados antiguos de ciencias. Habla el autor con un amigo intelectualillo y cultureta, que le dice que su patria es el mundo, que él es internacionalista, que los nacionalismos grandes o pequeños se la traen floja, etc. Responde Rubert de Ventós con el clásico argumento del obispo: todo eso está muy bien para ti y para mí, que somos sofisticados y leídos, pero esto no sirve para el pueblo llano, la gente sencilla, la que prefiere el lacón a Lacan. La gente necesita un sentido de pertenencia a una comunidad, una tribu en la que refugiarse, una gran familia de la que sentirse orgulloso.

De la misma forma, los obispos antiguos admitían que la religión no había por donde cogerla desde el punto de vista del sentido común, pero que resultaba ser un gran consuelo de las clases populares y un eficaz freno para las malas pasiones de adúlteros y pervertidos. Ya sabemos, desde el principio de los tiempos, en qué acaba todo esto: al final a la gente sencilla le importa un bledo la nación, pero termina yendo a la guerra por ella, mientras que las clases ilustradas terminan fanáticamente enamoradas de las naciones que han construido con sus libros, películas, discursos e incluso cuentas de Twitter. Puede verse un relato muy bueno y detallado de este asunto en la serie de televisión 1864, que narra una de las guerras más absurdas de la historia: la que enfrentó a Dinamarca, que en un ataque de nacionalitis reivindicó el territorio de Schleswig, con Prusia.

La Rioja y Cataluña están unidas por el Ebro (con algunos conflictos judiciales de por medio por el asunto de quién manda en las aguas territoriales) y por la empresa catalano-riojana Corchos del País, en la que Cataluña ponía los corchos y La Rioja el vino. A comienzos de 2015, la Cámara de Comercio de la Rioja averiguó mediante una encuesta que un 3% de las empresas riojanas ya habían preparado un plan de contingencia “por si Cataluña se independizara”.

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