Galicia en Vinaroz

elpazodelcaudilloA.C.G. : revista mensual ilustrada del Auto-Aero Club de Galicia, afiliado al Automóvil Club de España – Año IX Num. 100-101 (Septiembre-Octubre 1938)- Galiciana.

 

Galicia: La Suiza española

Oficina Nacional de Turismo
Dársena de la Marina

A.C.G. : revista mensual ilustrada del Auto-Aero Club de Galicia, afiliado al Automóvil Club de España. Noviembre-Diciembre de 1938

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En lugar de un clima violento y aleatorias cosechas de trigo o de aceite como en el Valle del Duero o del Guadalquivir, Galicia ofrecía un ecosistema muy distinto de grano muy fino, una miríada de pequeñas propiedades en un clima suave con agua abundante, en el que cada retazo de tierra trabajada hasta la extenuación era capaz de una gran producción de hierba, patatas, alubias, centeno o carne de cerdo o de vaca. Este paisaje era además muy autosuficiente, y la producción no dependía apenas de caros fertilizantes agrícolas importados o del uso de tractores u otro tipo de maquinaria agrícola. Además, el país era muy extenso y densamente poblado, sin tantas partes estériles de alta montaña como su vecina Asturias.

Era una situación perfecta para que la verde, relativamente rica y muy tranquila políticamente Galicia cumpliera un papel de retaguardia de aprovisionamiento, «despensa y vivero» del Ejército Nacional. Hasta octubre de 1937, cuando fue erradicada la zona norte republicana, era la única representación de la España Atlántica en poder de los nacionales. La Galicia costera, muy poblada y algo industrial, dio algún trabajo de limpieza violenta de elementos extremistas a los organizadores del Alzamiento, especialmente en La Coruña y Vigo. El resto, la inmensa extensión de la Galicia rural, con su laberinto de parroquias en un mosaico de campos de maíz, frutales, prados de siega y tojales, fue sometido a un tratamiento de limpieza más lento.

El grado de control político de los votantes gallegos era tradicionalmente extraordinario. Algunos distritos de Galicia no habían celebrado una sola elección en las siete convocadas entre 1909 y 1923: en todas ellas fue imposible oponer un candidato alternativo al candidato de los caciques, que quedadaba así proclamado automáticamente según el artículo 29 de la ley electoral. El caciquismo gallego parecía literalmente incrustado en el paisaje: tras haber atravesado incólume las diversas tentativas regeneracionistas de principios del siglo XX, la dictadura de Primo de de Rivera y la República, consiguió también sobrevivivir a la guerra civil, como parece desprenderse de un exasperado informe del presidente de la Diputación Provincial de Pontevedra, en 1938: “Cualquiera que sea la determinación que se tome, desde los puestos de mando, de la provincia, […] viene a caerse al poco tiempo en las manos, o resortes más o menos ocultos, o solapados del antiguo cacique” […] al poco tiempo de funcionamiento [de las Gestoras para el gobierno local], se ha podido comprobar que [las] mangoneaba a su placer, el antiguo cacique local o comarcal, al que, en realidad, estaba supeditada incluso la misma organización local de F.E.T. y de las J.O.N.S.[149]”

Todo eso estaba muy bien –excepto para los falangistas–, pero Galicia había tenido un gesto bastante sospechoso al votar afirmativamente por amplio quórum su Estatuto de Autonomía (en el plebiscito de junio de 1936, participó el 75% del cuerpo electoral, una cifra impresionante, y lo aprobó por el 99,4% de los votos). Aquí el Alzamiento llegó justo a tiempo. El miércoles 15 de julio, una comisión de la que formaba parte Castelao entregó en las Cortes de la República el texto aprobado en la consulta popular. El miércoles de la semana siguiente toda Galicia estaba en manos de los militares nacionalistas, y Castelao comenzaba su largo y amargo exilio, durante el cual dibujó una extraordinaria serie de grabados sobre Galicia y sobre lo que estaba pasando en ella bajo el yugo de los nacionales.

Galicia fue un gran negocio durante la guerra. Las débiles conexiones ferroviarias entre la nación de Breogán y el territorio nacionalista funcionaron a toda marcha sacando de la región  vagones de carne, ganado, patatas, latas de sardinas, pescados variados  y muchas otras cosas. Hay que tener en cuenta que más de la cuarta parte de las vacas que había en España en 1936 (unos cuatro millones) pacían en Galicia. Solo en 1938 se vendieron 35.000 toneladas de carne. A dos pesetas que pagaba la intendencia militar por kilo, era una fabuloso negocio para los mayoristas. Con las patatas ocurría algo parecido. Galicia producía la quinta parte del total español antes de la guerra, y durante la misma exportó gran parte de sus producción para abastecer a los frentes nacionales[150].

Según el Manual escolar de D. Alfonso Moreno Espinosa (octava edición, 1919) “La raza gallega, de origen céltico, es tan robusta como prolífica” (una definición claramente ganadera).”[l]os vigorosos hijos del Miño se aplican a los trabajos más rudos y ejercen las más humildes profesiones” (en el mundo entero). “Son, pues, los gallegos de carácter dulce y de patriarcales costumbres”. Emilia Pardo Bazán pinta al gallego medio “sin rehusar ni la fatiga ni el deber del hombre de bien, el acrecentamiento de la especie, llenándo el hogar de hijos y trayéndoles, empapado en sudor, el pan diario”. En términos menos literarios, lo cierto es que la población gallega creció a buena velocidad en el primer tercio del siglo XX, y eso teniendo en cuenta que todos los años enviaba a la emigración a decenas de miles de personas. En 1936 había dos millones y medio de habitantes en Galicia, suficientes en teoría para proporcionar 250.000 soldados al ejército nacional, entre un quinto y un cuarto del total de sus efectivos. El reclutamiento real no llegó a esta cifra, pero no anduvo lejos. Galicia proporcionó gran cantidad de soldados al Ejército Nacional, y también unos cuantos al republicano, bastantes de ellos segadores a los que les pilló el Glorioso Alzamiento en los campos de trigo de Castilla[151]. En octubre de 1937, más o menos cuando la caída de Gijón y el fin de la zona norte republicana, con una mayoría de gallegos y algunos asturianos se creó formalmente el Cuerpo de Ejército de Galicia (CEG), mandando por el general Aranda, el héroe/traidor del asedio de Oviedo.

El CEG salió de la “despensa y vivero” para iniciar un largo viaje de más de un año de duración. Fue enviado a Zaragoza, de donde fue desviado a Teruel para detener el ataque republicano a finales de año, participando luego en el ataque en dirección al Mediterráneo y terminando con la ocupación de Valencia el 1 de abril de 1939. Eran reconocidos fácilmente por la Cruz de Santiago  grabada en banderas, uniformes y pertrechos y por los gaiteros que tocaban en las bandas de música[152], caso único en el ejército español, y solo visto antes en las unidades escocesas del ejército británico.

 

[149] Problemas en la construcción del «Nuevo Estado» (Galicia 1936-1939) EMILIO GRANDÍO SEOANE Historia y Comunicación Social 2001, número 6 (2001).
[150] El negocio de la Guerra Civil en Galicia, 1936-1939. MARGARITA VILAR y ELVIRA LINDOSO. Revista de Historia Industrial N.º 39. Año XVIII. 2009.
[151] Estampa, 10 de octubre de 1936.
[152] Memoria gráfica do Cuerpo de Ejército de Galicia na Guerra Civil española. A Estrada: Miscelánea histórica e cultural, Nº. 2, 1999.

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