Broussards para Argelia

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Un Broussard de la Armée de l’Air en Argelia, hacia 1960. El avión también fue utilizado en todas la colonias africanas de Francia.

 
En los ocho años que duró la guerra de Argelia –Gloriosa Revolución o Guerra de la Independencia para el gobierno argelino, “operaciones de mantenimiento del orden público en Argelia” para el gobierno francés hasta la presidencia de Chirac– la aviación francesa se dividió en dos partes muy distintas. La metropolitana conocía un notable resurgir de alta tecnología, gracias a proyectos como el birreactor de pasajeros Caravelle (1955), el caza de ala delta Mirage III (1958) o el bombardero atómico Mirage IV (1959). En marcado contraste, la aviación en Argelia utilizaba sólidos modelos de hélice que habían volado por primera vez entre 1935 y 1945. La única excepción jet era el Mistral, la versión francesa de de Havilland Vampire, que se usó mucho en los primeros años de la guerra. Pero incluso este reactor había volado por primera vez en 1943.

La industria francesa proporcionó algunos aviones de contrainsurgencia o guerra aérea colonial, como el Max Holste Broussard, avión de la selva o la maleza (que vendría a ser en español «matorralero», que no reconoce la Real Academia o «montero», que sí existe). Según algunos diccionarios, «la brousse» equivale a lugar selvático, sin civilizar, por definición «la Cochinchina», nombre antiguo de la colonia francesa de Indochina. Cuando el Broussard hizo su primer vuelo, en 1952, a la guerra de Indochina le quedaban dos años. Cuando comenzó la fabricación en serie, comenzó la guerra de Argelia.

El paisaje a dominar era muy diferente del de Vietnam, la última experiencia de la aviación colonial francesa (1945-1954). Había grandes ciudades en la costa mediterránea, como Constantina, Argel u Orán. Había infinidad de mechtas o pequeñas aldeas dispersas por todo el interior (bled), hasta los confines del Sahara. El relieve era menos montañoso que el de Marruecos, pero abundaban los macizos rocosos (djebel), refugio favorito de los mujaidines (despectivamente llamados fellagas por sus enemigos). La vegetación se manifestaba desde por una ausencia casi absoluta en los confines del Sahara a densos bosques de encinas y alcornocales en algunos puntos, pero en general era rala.

Sobre este hermoso paisaje mediterráneo se cernieron durante ocho años los aviones franceses, por lo general modelos pequeños de un solo motor. En el extremo inferior estaban las avionetas, usadas intensivamente para reconocimiento y también para atacar con pequeños cohetes a los insurgentes. Se usaron mucho la Cessna L-19 (modelo originario de las series 142-172) y la Piper Cub. También el Criquet (saltamontes) versión francesa de la avioneta Fieseler Storch. Un poco mayor que estos dos modelos, el Broussard se usó como avión colonial de propósito general, tanto por el Ejército de Tierra como por el del Aire.
 
 

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