Pilotos y observadores

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Un Avro 504 con el famoso perrito de Xaudaró pintado en el fuselaje. Este avión dio la vuelta a España en 1924.

 

El Avro 504 fue el principal avión de enseñanza de la aviación mlitar española entre 1919 y 1936. Sustituyó en esta tarea al Caudron G3, que era demasiado anticuado para este trabajo.

Los aviadores militares españoles podían hacer dos cursos principales: el de piloto y el de observador de aeroplano. El piloto se suponía que debía conducir el aeroplano hasta el lugar del espacio donde el observador pudiera hacer su trabajo, que consistía en recoger información sobre el terreno enemigo. Podían hacerse croquis, sacar fotografías o simplemente realizar anotaciones. Todo ese material, una vez que el avión regresaba a tierra, era entregado a la Superioridad, que utilizaba la información de la manera que fuera más conveniente.

Fueron los observadores los primeros que ejercieron la violencia desde un avión, pues los pilotos solían estar demasiado ocupados manejando los mandos. Muy pronto, dejaron de limitarse a obtener información del territorio sobrevolado, y empezaron a influir directamentre el él. El principal instrumento de influencia era la bomba, seguida de la ametralladora. El avión cargado de bombas y armado con ametralladoras se convirtió en un instrumento fundamental para asegurar el dominio del hombre blanco sobre los pueblos de color. Esta supremacía fue el papel principal y casi único de la aviación militar española durante los años en que el Avro 504 formó en sus filas.

Los aviadores militares españoles eran en su mayoría de buena familia. Por lo general pertenecían a la franja entre la clase media y la clase alta. Todos llegaban a la aviación procedentes de otras Armas ( Ingenieros, Caballería, Infantería, etc.) o bien de otros Cuerpos (Intendencia, Sanidad, etc.). Algunos procedían incluso de la Guardia Civil.

Hasta la guerra de 1936, los aviadores militares seguían perteneciendo a sus respectivas Armas, Cuerpos o lo que fuera, y ascendiendo en sus respectivos escalafones según el sistema que rigiera en cada parte de la gran familia militar. Teniendo en cuenta que la milicia se rige por una jerarquía lineal férrea en cada uno de sus departamentos, que se publica todos los años con el nombre de escalafón, algunos subían más de prisa que otros, lo que originaba tensiones.

Casi todos los aviadores eran oficiales. La regla de oro era que los aviadores debían ser siempre que fuera posible oficiales, jefes o incluso generales. Solo a veces se dejaba obtener el título de piloto a algún sargento o algún soldado.

El Ejército español se hacía odioso por la manera en que reclutaba a sus soldados. Los reclutas procedían de las clases más bajas, aquellas familias incapaces de reunir las 2.000 pesetas que costaba la redención a metálico de sus hijos. No todos los jóvenes iban al servicio, pero al que le tocaba sin cuatro mil reales en el bolsillo le tocaba algo equivalente a la cárcel, por una duración de tres años como mínimo.

En 1912, el gobierno de Canalejas había eliminado los aspectos más ofensivos de la exención de los ricos del servicio militar, aunque se mantuvo en líneas generales el sistema por el que solo los pobres servían como soldados gracias a un sistema más o menos complejo de cuotas (soldados que pagaban para reducir su tiempo de servicio militar) y exenciones por estudios y ocupaciones.

Los oficiales, por su parte, solían proceder de la clase media, generalmente con alguna tradición familiar en la milicia. Entraban casi niños en las Academias militares, tras haber pasado por alguna academia privada preparatoria para el ingreso. Allí recibían una instrucción técnica que se inspiraba en los dos grandes modelos del ejército español, el ejército francés y el prusiano.

Los cadetes recibían también un curso intensivo y abrumador de patriotismo, basado en todos los tópicos del nacionalismo español, que les inculcaba firmemente la idea de que ellos, en el seno de la institución militar, eran la columna vertebral de la nación española, su sostén principal. Los alumnos de las academias militares salían a los 17 o 18 años con el grado de alféreces. Para entonces, el Ejército era ya todo su mundo. La mayoría cobrarían un sueldo de él hasta su muerte.

 

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